miércoles, 2 de septiembre de 2015


ELLA...

Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
- ala del paisaje y del alma de un país, con su polen...

Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su
perfume...
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito...

Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
el infinito a su lado y el presente en el confín...

Mas es el don absoluto, y la ternura,
ella que es también el término supremo y la última esencia
con las melancolías de los sentidos y los símbolos y las visiones y
los latidos
para el encuentro en los abismos...

Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,
el traspaso del ser, "como se da una flor", en el nivel de los
niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma...

Y no busca nunca, no, ella...
espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano,
en el centro mismo de la noche...

JUAN L. ORTÍZ,
foto: Paraná, las barrancas de Juan

CALLE

(Para Evaristo Carriego, el cantor del arrabal)


Voy buscando una calle que se duerma temprano,
donde el otoño quede solo desde el ocaso
y la luna y los ebrios de sinuoso paso
se delaten con agrio ladrido suburbano.

Una calle apartada que florezca el verano
de esquinas con muchachas y entorne con su abrazo
la resuelta pareja por quien el mate guaso
del chisme comadreado ruede de mano en mano.

Calle que tenga ranchos con patios como estancia,
con dejados jardines de terrosa fragancia,
comadres, una tísica y, si es posible, un ciego.

Una calle que nunca salga del arrabal,
que comience en cortada y acabe en un yuyal:
para ponerle el nombre de Evaristo Carriego.

AMARO VILLANUEVA
Sonetos (1938) - "Entre Ríos Cantada"- pág.85 -
de L. A. Ruíz

EGO

Mi verso como un bálsamo divino
cura el íntimo mal de mis querellas
y para cada golpe del Destino
tengo un escudo de ilusiones... Ellas

suavizan las torturas del camino;
si hay flores de dolor junto a mis huellas
no importa... Seré siempre el peregrino
obstinado en soñar con las estrellas...

Enloquecí de azul... No se me oculta
el ruín desprecio de la turba estulta
sin otro altar que el del materialismo;

Quizá seré un vencido eternamente,
me harán caer, pero soberbiamente
y abrazado a la cruz del idealismo.

ALFREDO MARTINEZ HOWARD
"ADOLESCENCIA" (1927/28) - Crespo,