miércoles, 15 de diciembre de 2010


LOBITA y yo les deseamos Feliz Navidad y próspero Año Nuevo a todos nuestros lectores. Deseando Paz y Armonia entre todos los seres que habitamos la Tierra.
Marta L. Pimentel Álvarez
Paraná, 16 de diciembre de 2010.-

viernes, 26 de noviembre de 2010

COPLAS

1

Entre Ríos, tierra buena
para el amor y el cariño.
Y para olvidar las penas,
Entre Ríos, Entre Ríos.

2

¡Ay!
Cómo me arrancas suspiros,
Gualeguay.

3

De Paraná vengo,
y a Paraná, voy:
Camino el camino
de mi corazón.

4

Te bautizaron Matanza.
¡Qué mal te quedaba el nombre
tierra de trigo y calandria!

5

Caí, rodé, flor de ceibo,
de la barranca hacia el río.
Era una lágrima roja
mi corazón desprendido.

6

Cuando se sufre se canta;
se canta por no llorar.
las calandrias montieleras
me han enseñado a cantar.

Gaspar L. Benavento
Entre Ríos Cantada
de Luis A. Ruiz

miércoles, 3 de noviembre de 2010



Primavera

Mientras la mariposa se detiene
un instante preciso y tembloroso
y sigue y para y sigue sin reposo
entre las flores que el verdor sostiene,

el ojo que la mira también tiene
temblor y exactitud y vuelo hermoso
y repite en su espejo el mismo ocioso
vivir así de cosa que va y viene.

Pero esa precisión estremecida
que elige y tiembla pero al fin elige
y es impulsada a abandonar su objeto,

es la verdad eterna de mi vida,
es lo que ahora digo y siempre dije.
Y tiembla y toca y vuela mi soneto.

Luis Sadi Grosso
SADE Filial Paraná,
leído, jueves 28 oct.2010.-

jueves, 14 de octubre de 2010






LA VUELTA AL HOGAR




Todo está como era entonces:
la casa, la calle, el río,
los árboles con sus hojas
y las ramas con sus nidos.

Todo está, nada ha cambiado,
el horizonte es el mismo;
lo que dicen esas brisas
¡ya otras veces me lo han dicho!

Ondas, aves y murmullos
son mis viejos conocidos,
confidentes del secreto
de mis primeros suspiros.

Bajo aquel sauce que moja
sus cabellera en el río,
largas horas he pasado
a solas con mis delirios.

Las hojas de esas achiras
eran el tosco abanico
que refrescaba mi frente
y humedecía mis rizos.

Un viejo tronco de ceibo
me daba sombra y abrigo,
un ceibo que desgajaron
los huracanes de estío.

Piadosa una enredadera
de perfumados racimos,
lo adornaba con sus flores
de pétalos amarillos.

El ceibo estaba orgulloso
con su brillante atavío,
era un collar de topacios
ceñido al cuello de un indio.

Todos aquí me confiaban
sus penas y sus delirios;
con sus suspiros las hojas,
con sus murmullos el río.

¿Qué triste estaba la tarde
la última vez que nos vimos!
Tan sólo cantaba un ave
en el ramaje florido.

Era un zorzal que entonaba
sus más dulcísimos himnos,
¡pobre zorzal que venía
a despedir a un amigo!

Era el canto de las selvas,
la imagen de mi destino,
viajero de los espacios,
siempre amante y fugitivo.

-¡Adíos! - parecían decirme
sus melancólicos trinos.
¡Adíos, hermano en los sueños!
¡Adíos, inocente niño!

¡Yo estaba triste, muy triste!
El cielo oscuro y sombrío,
los juncos y las achiras
se quejaban al oírlo.

Han pasado muchos años
desde aquel día tristísimo;
¡muchos sauces han tronchado
los huracanes bravíos!

Hoy vuelve el niño hecho hombre,
no ya contento y tranquilo,
con arrugas en la frente
¡y el cabello emblanquecido!
Aquella alma limpia y pura
como un raudal cristalino
es una tumba que tiene
la lobreguez del abismo.

Aquel corazón tan noble,
tan ardoroso y altivo,
que hallaba el mundo pequeño
a sus gigantes designios.

¡Es hoy un hueco poblado
de sombras que no hacen ruido!
¡Sombras de sueños dispersos
como neblina de estío!

¡Ah!, todo está como entonces,
los sauces, el cielo, el río,
las olas - hojas de plata
del árbol del infinito.

Sólo el niño se ha vuelto hombre,
y el hombre tanto ha sufrido,
que apenas trae en el alma
la soledad del vacío.

Olegario Victor Andrade (1841-1881)
"Entre Ríos Cantada" - 1955 -
de: Luis Alberto Ruiz -

jueves, 23 de septiembre de 2010



Fui al río ...


Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.

Regresaba.
- ¿Era yo el que regresaba? -
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.

De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
¡Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

JUAN L. ORTIZ
(El Ángel Inclinado, 1938)
"Entre Ríos cantada" - 1955 -
Antología Iconográfica
de Poetas entrerrianos.
de: Luis A. Ruiz -

Las amadas muertas

Tengo mi corazón lleno de cruces:
una por cada amada.
Selva de cicatrices,
camposanto de amores y desgracias.

En las veladas tardes
una mujer mira las lápidas
donde se apagan nombres fallecidos:
Elvira, Soledad, Elena, Laura.

A ella le tiembla el corazón
por las mortajas,
y para que el olvido no les duela
les deja la flor de una lágrima.

Una confidencia misteriosa
le hacen las enterradas
sobre el inmenso corazón del hombre
que en paz las tiene sepultadas.

(Otra vez se estremece
y sus ojos se apagan.
Pero si tiene algún desasosiego,
rasgará la guitarra.
Porque la amada viva que visita
las tumbas de las viejas amadas,
suele aromar de música las tardes
y llenarlas de gracia).

Ella es la amada única,
la inmortal bien amada.
Yo la dejo vagar entre esas cruces,
y la dejo llorar sobre esas lajas.

Ella es la carne viva del amor,
que no corrompen penas ni lágrimas.
Nunca pondré por ella una muesca en el corazón
ni escribiré su nombre en una lápida.

Pasé a través de muchos desamores
llevando la promesa de encontrarla.
Cien rostros de mujeres
me anunciaron su rostro de muchacha.

No se puede morir. No puede irse de este mundo
si no es conmigo. Es como mi alma.
Desde antes que Dios fundara el tiempo
uno hacia el otro caminaba.

LUIS ALBERTO RUIZ
"Entre Ríos Cantada"
Antología Iconográfica
de Poetas Entrerrianos
Edic. A. Zamora - 1955 -

martes, 21 de septiembre de 2010



La soledad me llama despacito.
Y en el silencio de una voz que llora
yo me siento llegar al infinito.
No es ocaso ni es sombra ni es aurora,
y tiene obscuridad, pero incolora.
No hay pájaro que vuele ni que cante
no hay ángel que me lleve como antes
de la mano o la sien. No hay nada, nada,
pero todo está aquí en su voz, callada.

ANA TERESA FABANI
"Nada tiene nombre y otros poemas"
Colecc. Homenajes - 1999 -
Editorial Entre Ríos


Crece la luz y crece la mañana
sobre el párpado leve que ha dormido.
Y en el sueño en que apenas se ha creído
deja de conocerse el alma vana.
Ya no se resucita, ni se tiene
la sensación del ala, ya no viene
un ángel a mirar mi pensamiento.
Apenas tiembla el alma en todo eso.
Apenas, pero es ella lo que siento.
Se me va ya, y la luz con suave peso,
lo va empujando al ángel por el viento.

ANA TERESA FABANI (poeta)
"Nada tiene nombre y otros poemas"
C. del Uruguay - Colección Homenaje -
Editorial Entre Ríos - 1999 -


Sólo el ángel que nunca se ha dormido
está en mi corazón pero callado
como si fuera un pájaro acostado
sobre las hojas secas de su nido.

Apenas como el aire, como el viento,
como la flor será, pero lo siento
cuando el dolor se rompe en mi costado.

Hoy sólo se ha quedado el ángel mío.
Y nada más sabrá. Sobre la arena
su sombra ya será la sombra apenas
de una nube que pasa sobre un río.

ANA TERESA FABANI
"Nada tiene nombre y otros poemas"
pág.51 - Edit. E. Ríos - 1999 -

martes, 7 de septiembre de 2010



Este mediodía de ...

Este mediodía de
primavera es una brisa.
Una brisa sólo es.
Como una niña la luz
con el aire está jugando.
Y es un cariño también.
Mejor: parece un amor
místico que a las cosas
en transparencia disuelve
de un ardor dulce y extático.
Este mediodía de
primavera es una brisa.
El río se lleva un
sueño puro por los campos.
Sueño de pájaro y de
niño, que los prados abre,
hacia dónde, hacia dónde?
Un poco de muerte busca
porque este momento es
la angustia eterna, perfecta.

Juan L. Ortiz
"El agua y la noche" (1924-1932)
Colec. Homenaje Edit. Entre Ríos

viernes, 6 de agosto de 2010



XII

Por vos
desfallecen hambrientas mis pirañas
renacidas al fin entre mis vísceras
después de tanta protohistoria piel abajo.
Por vos
asesiné mi ángel bastardo,
y ya en el túnel luminoso de tus ojos
engendré con mi esperma este de ahora,
tan nuevo, tan disímil y glorioso
que no existe ningún nombre que lo nombre.
Por vos
duermo cubierto de plumajes,
puedo llegar a Dios cuando te nombro
y amanezco iluminado y victorioso
coronado de azúcar y septiembres.
Por vos
me incorporé en el ataúd de los olvidos,
me reconstruí pedazo por pedazo;
hice con los escombros una gruta
donde a la luz de la antorcha que he encendido
me retiene tu imagen cuando partes
después de reflejarse en tu mirada.
Por vos
me constituí en un Zeus de mariposas,
me derramé dormido sin tenerte,
me encandila hoy la noche aunque me faltes,
me transitan carnívoras hormigas
siempre insaciables de tu tibieza nacarada.
Por vos
hoy el círculo gira y nos confunde;
nos convirtió de pronto y sin consultas
en la perfecta esfera que soñamos,
y apenas si la realidad nos roza
desde el exilio triunfal que le impusimos,
mientras giramos fusionados
alrededor de un solo ángel que nos mira;
sus ojos son tus ojos,
sus ojos son los míos.
Por vos
ya no sé quien es quien,
ni desde cuando.


XVIII
Yo quiero que me trague tu marea,
disolverme en la sal de tus rompientes,
para después resurgir de tus abismos,
y respirar tu aliento a bocanadas
y transformarme en la flor de tu fragancia
y hasta la extenuación
volver a sumergirme entre tu boca
como una estrella desertora a su galaxia.
Quiero tu devoción de astros y gaviotas
cada vez que me sumerjo entre tus ojos,
cada vez que la caverna de tu boca
me lleva de la mano al Paraíso,
mientras como un cometa trashumante voy dejando
una estela de luz sobre tu espalda.
ORLANDO RÉBORA (poeta)
Gualeguaychú - Entre Ríos
(poema enviado por el autor)

jueves, 1 de julio de 2010



HOMENAJE A LUIS MARIA SOBRÓN

La muerte
en la otra orilla
era mi muerte.

Desgajada de un álamo
me amparaba, expandía
sus hojas y sus ramas
en raro sortilegio,
a un universo de cumbres
que indefenso me miraba.

No era el rostro de la desierta ladera,
era la sed del lago
que no resistió
la mutación de mi alma.

Luis María Sobrón (poeta marplatense por amor)
"Estado de vigilia" - Edit. Vinciguerra-2009-

- don Luis, le debía ésta lectura y ésta entrega,
aún ando corriendo a la muerte y no la alcanzo,
¿será que me escucha? - Marta -


Somos delirio

que muere

en tierra de linos

del desierto herido.


Somos precipicio y niebla

en alas agostadas por vientos del ocaso

que redimen la certeza.


Somos la verdad de territorios

en la adentritud del misterio;

ritual de primavera

en el ocre infinito del infierno

y en el profundo azul del cielo.


Somos selva en el cemento.


Desolados por el dolor y el olvido,

se apodera

del pensamiento

el dolor de la partida.


Luis María Sobrón (poeta entrerriano)

- Nunca somos olvido en la memoria de los amigos,

en la memoria del poema transversal,

en el alma inmortal, don Luis María - Marta L. Pimentel Álvarez



Oh, bello otoño

cómo me invades, creas enigmas

que embriagan mi alma

para devolverle su voz.


Dorado tu esplendor de cúpula

elevas mis ojos

al cristal azul de la noche.


Oh, bello otoño

no abandones mi ser

no permitas que tus pájaros

dejen de hablarme

en la agonía lenta del crepúsculo

que con dolor percibo.


Oh, bello otoño

la soledad del blanco papel

me incita a vivir te en el poema.

Soy hoja viviente

que también muere en el poema.


"Estado de vigilia" - de Luis María Sobrón

Edit. Vinciguerra - dic.2009-

martes, 29 de junio de 2010





A la memoria de


Luis Maria Sobrón




La gente que se va y no vuelve
Vuela cual mariposa, o perfume,
vive a la intemperie, ni el frío ni el calor
le significa la muerte. Camina por las calles.
Voces en el follaje. Y de repente,
sopla versos en los oídos ésa gente
Que se va y no vuelve.



Marta L. Pimentel Álvarez


Paraná, 13 de junio 2010.-




viernes, 11 de junio de 2010



Luz de provincia

Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre;
sus costas están solas y engendran el verano.
Quien mira es influido por un destino suave
cuando el aire anda en flores y el cielo es delicado.

La conozco agraciada, tendida en sueño lúcido.
Da gusto ir contemplando sus abiertas distancias,
sus ofrecidas lomas que alegran este verso,
su ocaso, imperio triste, sus remolonas aguas.

Y las gentes de ahora, que trabajan su dicha,
los vistosos linares prometiendo un buen año,
las mañanas de hielo, los vivos resplandores,
y el campo en su abandono feliz, hondura y pájaro.

Las voces tienen leguas. Apartadas estancias
miden las grandes tierras y los últimos cielos,
y rumores de hacienda confirman lo apacible,
y un aire encariñado, de lejos, vuelve al trébol.

Gracia ordenada en lomas y en parecidos riachos.
En su anchura, porfían los hombres con la suerte,
y esperan suave fronda y unas tardes eternas
y los dones que piden a los cielos rebeldes.

Preparando cada uno los colores del campo,
capaz el brazo, justa la boca, el pecho en orden.
Para el ganado buenos pastajes y agua libre,
creciendo en paz la bestia, la tierra dando al hombre.

Lindo es mirar las islas. Una callada gente
en cuyos ojos nunca se enturbia el claro día,
atardece en sus costas o cruza con haciendas,
dichosa en la costumbre y en la amargura, digna.

La vida, campo afuera, se contempla en jazmines,
o va en alegres carros cuando perfuma el trigo
cortado, cuando vuelve la brisa a trenzas jóvenes
y el ocio, en la guitarra, menciona algún cariño.

Se puede, es un agrado, saludar la esperanza.
que suele quedar sola, y los medidos actos
del hombre que se afirma con la reja en la escarcha
o rige noche y día la marcha del ganado.

Cruzan como dormidos los troperos, al paso,
tras largas polvaredas; vuelven de las tormentas,
de los bañados cuando la provincia es del viento,
de unos campos ardidos por la luz veraniega.

Leguas, y en ese brillo la torcaz y el aromo,
pausado el movimiento del otoño flotante,
y luego auroras de agua, temporadas de sombra
y el tedio hacia las tardes que los vientos deshacen.

El inconstante cielo, las plagas vencedoras,
los nacientes sembrados que empiezan la alegría,
los anhelos atados a un destello del campo,
el riesgo, siempre hermoso, y el valor que no brilla.

Las revueltas de las manadas que arrecian libremente,
y después la incansable dulzura, la honda calma,
y el esplendor desierto donde se abisma el pájaro,
donde se pierde el claro vivir de las estancias.

Es bueno ver los hombres, allí, alegres de campo,
rigiendo altos motores, sudando entre las parvas.
Estas gentes descifran su futuro en el cielo,
y sus mansas acciones confirman bestias y albas.

Conocen duras penas y alguna vez la dicha,
entienden las tormentas, las promesas del campo,
los soles y los tímidos modales de esa tierra
de ocioso color suave. (La he mirado despacio.)

Cariñosas distancias, favores del silencio,
poblados que hacia fuera relucen en jardines,
unas casas extremas y solas frente al llano,
cercos de fronda, huraña dulzura de unos lindes.

La siesta es un arrullo cansado en esa fronda
donde otra vez aquieto mis tardes de luz viva.
Rosas proporcionadas al poder del verano,
convocando muchachas aclaran más el día.

Por los pueblos, abiertos en yuyales que apuran
la campaña y la noche, lentas almas rehacen
unos sabidos rumbos que igualan toda suerte.
Sólo cambian los cielos y unos crespos tapiales.

Calles de intimidad sin nadie, olvido y sol,
y siempre unas bandadas atristando el oeste,
y ese vals en retreta, pobre encanto en la noche:
nos busca su florido pesar, su voz nos quiere.

Cuando el aire se duerme, llega un rumor de juegos
del arrabal, o acaso de unos queridos años;
y claras van entre árboles despaciosas mujeres,
festejando colores, arreglando algún gajo.

Busca cielo y riberas el ocio del domingo.
Conozco esas mañanas populares y agrestes.
La soledad se aviva de remos, de agua en fiesta,
y, esperanzando mozas, se lucen los jinetes.

La flor de la glicina sobre quietas morochas
miré en las hondas quintas. Allí una luz incierta
reposa, y por sonoros maizales llega el viento
con el rumor quebrado de lejanas haciendas.

El ocaso desgana las voces, y algún hombre
queda en la brisa pura, bajo el cansado cielo.
La vida se apacigua contemplando la hora
distraída sobre aguas, sembrados y altos ceibos.

La tarde, ausencia y fuego, se pierde en los arroyos:
y allá están, los he visto, unos lacios juncales
que agravan de sombría delicia y de secreto
el verdor extendido, la dulzura incansable.

Estos serenos campos fueron selva y ternura
de cantos extrañados en los días sin hombres.
Después, las almas libres; me acuerdo que pasaban
con haciendas cerriles o ganaban los montes.

He vivido en las costas y anduve un año entre islas.
Las crecientes traían animales extraños
y la grata zozobra de escuchar agua brava
entre el clamor extremo de los campos ahogados.

Mecido cielo de árboles, luz de mi tiempo: vieron
la suerte de mi gente. Yo estaba y lo querido.
Nuestro culto y nuestro ánimo era un hombre de afuera.
Las frondas encerraban el vecindario antiguo.

Perdido pueblo, noches de ladridos y viento;
por los ranchos lejanos, miserables canciones,
el alba entre campanas y los mojados carros,
calles de luz más sola, la plaza como un bosque.

Con buen tiempo llegaban las noticias del campo
que animaron tertulias de señores felices
y un pájaro bastaba para alegrar el pueblo.
Luz agreste y cantada, la vida entre jazmines.

Recordando mi casa y unos queridos años
digo: era el agua próxima rumor en la roldana,
llegaba algún dichoso, las fiestas nos juntaban,
nuestro padre salía temprano a la campaña.

Tuvimos un gran árbol, para un barrio su efluvio.
Adentro iba una voz disponiendo esplendores
y en los patios duraba la sombra de los nuestros…
Entonces, los regalos venían de los montes.

La dicha entretuvimos mirando unas amigas.
Lentas, bajo sombrillas de colores, llegaban
a pasar con nosotros un cariñoso día
de manos ocurrentes y flores visitadas.

Son recuerdos. Ese árbol queriendo todo el patio,
aquellos que no vuelven a su sombra, otras voces,
las tardes que venían oliendo a campo. Lejos
quedaron, en la vida reservada de entonces.

Me alegré de jinetes que entraban siempre al alba.
Vi esquinas resignadas a un caballo y a un poste,
luz de rosales, calles con lunas más cercanas.
También vi guitarreros borrachos en la noche.

De lejos, en las fechas respetadas, venían
paisanos que orillaban las alegres reuniones.
Llegaban de los montes a embravecer las fiestas,
la mirada filosa y el destino en las voces.

Una vez se miraron y se entendieron dos hombres.
Los vi salir borrosos del camino, y callados,
para explicarse a fierro: se midieron de muerte.
Uno quedó; era dulce la tarde, el tiempo claro.

Yo saludé varones sufridos que agrandaron
los confines riesgosos de una hirsuta provincia.
Tras la hacienda bravía o en los montes quedando,
vivieron sin asombros sus penas y delicias.

El campo se ofrecía misterioso, y sus hombres
ganaron soledades, removieron la gracia
descuidada y ociosa de unas tierras tupidas,
la luz extraordinaria y ociosa de otras albas.

He cruzado sus leguas de alta fronda, y recuerdo
un sosiego de estancias perdidas en la dicha
y tormentas de pájaros obedientes al alba.
Era un agrado estarse contemplando esa vida.

En ceibales y costas quedan rumores de antes
y viene hasta mis noches como una queja antigua.
Persiste un rudo encanto que me despeja el alma,
entre arroyos ocultos y en las calladas islas.

Los ocasos devuelven al ayer. Reconozco
luz de una tarde mía en las tardes de ahora.
Otra vez me convidan los silencios del campo
y un confín oscilante de linos me recobra.

Alabo estas distancias, que imperan con dulzura
y dicen que el olvido, bajo su fronda, es suave.
Suelo buscar, gustoso, su paz consecutiva,
sus aguas remolonas, su octubre, sus maizales.

Aquí un desamparado valor mueve a los hombres
desde la luz primera, que impone la hermosura.
Hay brazos que renuevan los colores del campo,
y destinos que en soles y nublados se buscan.

Hablo de mi provincia. Vuelvo a querer sus noches,
sus recias claridades y sus albas de hielo.
Miro el cauce anchuroso de sus almas iguales,
su resplandor de espigas y su varón sereno.

De nuevo me convida la mansa luz agreste,
y el rocío en los huertos que guardan la frescura.
Me ofrezco a unos lugares de follaje y silencio,
al escondido tiempo de las quintas profundas.

Otra vez nos conducen las tardes pueblo afuera.
Por las costas cercanas –uno ausente- nos vemos
en los pastos tirados, sin apuro remando…
Suelo volver del monte, perdido, un grito espléndido.

Yo soy una alabanza de esa fronda que ampara
un vivir agraciado de secreto y sin mundo.
En su hondura, mi paso libre de horas, absuelto,
y en calles que se pierden junto a los campos mudos.

Vuelvo a mirar confines de abandonada gracia,
pueblos fieles al gesto de antiguas gentes muertas,
y piadosos lugares que halagan el recuerdo,
por donde se alejaba mi pena paseandera.

Vuelvo a ser de las noches, que hondamente me han visto.
Me acompaña una brisa de campo en esas horas,
cuando busco la extrema quietud, ruinosas tapias
y calles semejantes a mi destino, y solas.

Conozco unos lugares que enternecen mi andanza
y donde la provincia ya es encanto sin tiempo.
Frondas, callados pueblos, suaves noches camperas.
Soledad, hermosura: frecuencias de mi pecho.

Vuelvo a cruzar las islas donde el verano canta,
y un aire enamorado de esa extensa delicia
en cuya luz diversa y en cuya paz se anuncia
la querida, la tierna, la querida provincia.

Larga dulzura creada para entender la dicha,
durable rosa, quieto fervor, gajo de patria.
¡Qué mansa la presencia de la brisa en sus tierras!
¡Qué sonora en mi pecho la efusión de sus aguas!

Dulzura, sí, llaneza cordial, grato sosiego,
amplitud primorosa y honor de la mirada.
En su anchura, el olvido reconoce a los suyos,
y en su tierno abandono mi persona se aclara.

¡Qué vistosas se ponen sus leguas cuando el aire
perfuma, y la tarde alza como dormidos velos!
Yo pondero esos campos, los nombra el afectuoso.
Mi corazón es dádiva de su amable silencio.

Siento una luz absorta y unos muertos rumores;
reconozco este ocaso perdido en los trigales,
y fuera de los años miro su gracia inmóvil,
su delicado fuego sobre los campos graves.

Luz absorta que viene del pasado, y me acerca
unos rostros, un pueblo y esa fecha rezada
en que anduve más solo por los patios silvestres...
(Un Septiembre elogiado con glicinas, estaba).

Este ocaso confunde mis tiempos. Vuelve un canto
siempre dulce. La dicha se parece a esta ausencia.
Quedo en la brisa, tierno de campo, libre, oscuro.
Una vez yo pasaba silbando entre arboledas.

(Conocimiento de la noche -1937)
CARLOS MASTRONARDI (poeta)
Poema extraido de la Antología de
Jorge Calvetti - Edt. Eudeba-1966-

jueves, 10 de junio de 2010



RESPUESTA

Anoche escribió usted ese poema
Que trajo a mi mente alfarerías
De la cual mis manos no sabrían
Hacer mejor ni programar pudieran,

Es usted, un ejemplo si quisiera
A las generaciones de jóvenes hambrientos
Con catorces endecasílabos y una pluma
Da un paso, señor, al firmamento

Qué milagro de gozo si quisiera,
siendo usted, señor de los sonetos,
vivir eterno donde viven los poetas,

que la niñas y los niños describieran
esos versos que en noches lo desvelan
y son estrellas perennes en el cielo.


Marta L. Pimentel Álvarez (poeta)
inédito, dedicado al sonetista
Rodolfo Leiro, 18:30hs, jueves,
10 de junio de 2010, Paraná, E.Ríos

jueves, 27 de mayo de 2010



Apuntes para cerrar el cielo


¿Es la apariencia un cielo inadvertido aún?

Rastros y caminos, en los que la memoria puede encontrar la dicha.

Desde mi pueblo brota el recuerdo y se hace flor.

Transparencia que el aire ha denegado.

Camino por abril y soy ajeno a la ciudad.

He tomado este cielo como préstamo

y soy aquel caballo que pasa cada tanto inadvertido.


Siempre inadvertido, jugando con abril en los arroyos.


Martín Carlomagno (poeta)

"Apuntes sobre el cielo de Abril"

Edic. Jovenes Poetas Entrerrianos

Tráfico de Arte - 2007 -

jueves, 29 de abril de 2010



OCTUBRE 1986


a Carlos Alberto Álvarez


Tengo la voz sin oro esta mañana

y el lápiz sin azul. Se me ha caído

de las manos la rama con el nido...


un niño triste que oye las campanas

y ve el jacarandá que ha presentido

la sombra de su hermano y ha querido

darle la flor más lila y más temprana.


Tengo la voz sin oro y en arenas,

pero esta orilla se ha quedado llena

del río que pasó. Y agua que hereda


azul es barca al mar y golondrina.

Me dejaste una gota cristalina:

yo regaré con ella una arboleda.


JUAN MANUEL ALFARO (poeta)

"Sonetos" Ediciones Comarca

Paraná - 2007 -


MI LUGAR


Yo me apego a la tierra en que he nacido,

aquí están mis recuerdos y mis sueños,

aquí creció la sed de mis empeños

y aquí seré feliz o habré perdido.


Para vivir prefiero lo querido,

mi gente y mi ciudad, que son mis dueños,

el fuego del hogar ardido en leños

como arde el corazón, cuando está herido.


Aquí aprendí a querer, aquí he cantado,

aquí también sufrí y aquí he llorado

como el niño que fui, de cara al río.


Por eso no me voy, porque no puedo,

porque éste es mi lugar y aquí me quedo;

otro será mejor, pero éste es mío.


JULIO FEDERIK (poeta)

"Sonetos"

Ediciones Comarca - 2007 -


UN GRANO DE MAIZ


Un grano de maíz es cosa seria:
nutre al rico, desloma al infeliz,
y a muy buen precio se coloca en feria.

Sin embargo - bellezas del país -
¡cuánta gente hay que vive en la miseria
por cultivar un grano de maíz!




DETERMINISMO

Si hundo a veces la mano en la tierra
y alzo el negro terrón polvoriento,
tan minúscula cosa me siento
que en él todo mi cuerpo se encierra.

¡Es que el hecho institivo me advierte
por la voz de la entraña dolida,
que él es númen creador de mi vida
y elemento integral de mi muerte!

SIGNO

Distinto, junto al trigo;
distinto, bajo el sol;
distinto entre caballos
y el aire agricultor.

Distinto, sí, distinto
como yo mismo soy:
un haz de patria al hombro
y agrario el corazón.

LA INMORTALIDAD POÉTICA
DE JOSÉ EDUARDO SERI,
de Orlando Britos - Selección de Poesías
Universidad Nac. de E. Ríos
Poemas de "El paisaje y el hombre" (1932/53)



lunes, 5 de abril de 2010



Cancioncilla de otoño


Yo soy como Entre Ríos,

la del felíz otoño,

abril de los diamantes,

mayo de plata y oro,


Más que la primavera

es el abril, dichoso,

serenidad, dulzura,

frescura y abandono.


Más que el octubre inquieto

es nuestro mayo, hermoso;

cristales y rocíos

y azul y plata y oro ...


Viene sabiduría

junto con el otoño;

la vida apaciguada

descubre su tesoro.


Su miel acendra el alma;

la soledad, en torno

del alma, es un fecundo

silencio luminoso.


Las rosas son más puras,

miran mejor los ojos;

es claro el pensamiento

y el sentimiento es hondo ...


Una canción quisiera

del más fino decoro;

zarcillos de rocío

temblando en los pimpollos.


La simple cancioncilla

que es fugitivo elogio;

tejido de armonías

que se deshace pronto ...


¡Para ensalzar la pulcra

condición del otoño!


Andrés Chabrillón (poeta)

"Por mitades con la muerte"

Colecc. Homenajes

Edit. Entre Ríos - 1995 -

martes, 30 de marzo de 2010



Jardin


Aire vidriado al sol el sol difunde

por el raro jardin que oigo a tu paso.

El sol desnudo en tu desnudo brazo

muerde la luz más tersa y te confunde.


Fiel mujer esperada, con la rosa,

fiel mujer que esperabas, con la brisa

cálida en que la rosa se desliza,

la rosa erguida que en luz reposa.


El aire de diamante y tu vestido

morirán en la sombra y la nativa

luz de tu cuerpo será rosa viva.


Y tarde, un oro antiguo para verte

buscará en tu cabello difundido

guerras de amor donde haya hermosa muerte.


Alejandro Bekes (poeta)

"Camino de la noche"

Premio Fray Mocho 1987

Ed. Entre Ríos


Relámpago


Si es tormenta o fantasma de tormenta

lo que sacude así las altas ramas,

no sé: viento voraz, mística llamas

la enrarecida atmófera alimenta.


Late en el miedo, pulsa en el asombro

ciego mi corazón; la noche sabe

algo que no descifro, y hay un ave

cuyo suave volar sufro en el hombro.


Ardo solo, oh pavor, ardo pausado;

la vereda me ausculta enardecido,

me delata la calle: ardo dormido


como la absorta brasa en la penumbra.

En la ciudad siniestra me deslumbra

sólo una claridad: la del pecado.


Alejandro Bekes (poeta)

"Camino de la noche"

Premio Fray Mocho 1987

Edit. E. Ríos - 1989


Sinfonia inconclusa


Te encontré como si hallara un pétalo

colgado del silente misterio de los eucaliptos

caminabas sin pasos ni palabras

en el refugio inmaterial de un verbo

tenías un poemario entre las manos,

entonces, permanecían bajas las contelaciones,

y te asomabas al balcón de tus pupilas

sin pedir un refugio a la vida y al sueño

ni siquiera a los espadachines de los lirios,

inconclusa sinfonía la del amor

se ahogaba entre mis páginas

la inefable verdad de los suspensos.


Nélida de Allegro (poeta)

"Intramuros ..."

Edic.Colmegna - 1985


Noche de estio


La noche cayó a plomo

Sobre los mismos árboles que duermen abrazados.

Y pájaros sin luz

cantan sus silencios sobre las fuentes luminosas ...

Un ensayo de Chaplin no concluído

mi hijo y mi hombre: mi sombra

van y vienen tomados de las manos.

La noche está imperando,

amo las sombras de los dos

muerta de sol, y borracha de fuentes de colores

son una sola sombra de mis presentes y mañanas,

dos en una deambulan por mi sangre

iluminada por una nueva voz

que apenas si conoce las palabras y la nada ...


Una mano fuerte acaricia mi nuca

la almohada yace húmeda como las fuentes

ahora todo duerme

la noche por la casa

cansada se resbala

el regazo tibio me contiene despierta.


Nélida de Allegro (poeta)

"Intramuros ..."

Edic.Colmegna - 1985

lunes, 15 de marzo de 2010



FATALMENTE


Y sé que estoy herido desde siempre;

y la razón maldice a quien me ha herido.

Pero, es el corazón el que no miente;

y el corazón me dice: paz y olvido.

Mas, ¿en dónde buscarte paz ausente?

¿Dónde enterrar recuerdos para olvido,

si todo mi dolor es ser consciente,

y el mayor atavismo haber nacido?


Felix García (poeta)

"Caminantes ..."

Edic. Jueves de Letras

(2010)


ÁRBOL SECO


¡Perdóname!...

simiente que no fuiste,

la crueldad suprema

de negarte

la concreción vital

que tú quisiste;

es que no he querido

que vivieras

lo que yo viví,

ni en donde lo he vivido.

Quise cortar la rama de mi sangre;

el gajo de la esencia de mi estirpe;

para irme secando (poco a poco)

hasta el instante en el que expire.

Y en el momento de morir;

(que ha de cumplirse

a plazo fijo),

yo no he de pervivir:

ni en el hijo de mi semen,

ni en el semen de mi hijo.


Felix Garcia (poeta)

"Caminantes ..."

Edic. Jueves de Letras

(2010)

martes, 9 de marzo de 2010



SEÑOR


"He sido, tal vez, una rama de árbol,

una sombra de pájaro,

el reflejo de un río ... " J.L.O.



Señor

esta mañna tengo

los párpados frescos como hojas,

las pupilas tan límpidas como de agua,

un cristal en la voz como de pájaros,

la piel toda mojada de rocío,

y en las venas,

en vez de sangre,

una dulce corriente vegetal.


Señor,

esta mañana tengo los párpados iguales que las hojas nuevas,

y temblorosa de oros,

abierta y pura como el cielo el alma.


Juan L. Ortíz (poeta)
"El agua y la noche"(1924-1932)
Edit. de Entre Ríos - Colecc.Homenaje


jueves, 4 de marzo de 2010



DEUDAS SIN FIN

(A mis alumnos desaparecidos. A Gustavo Lambruschini.)


Cuando era la Patria,

me decías,

y yo pensaba en ellos,

en aquellos muchachos del Colegio,

que aún no sabemos dónde,

en qué lugar, a qué hora,

un miércoles o un jueves de qué fecha

dejaron su esqueleto, su último recuerdo,

su agonía, qué les pasó aquel día,

qué jornada vivieron

qué imagen fue la última,

la de un fusil canalla, las campanas

del pueblo, el rostro de la madre

los campos argentinos, la puerta

de la casa, aquel patio del fondo…


Cuando era la Patria,

me decías,

y yo pensaba en ellos,

su pupitre, el libro de lecturas,

los discos, la guitarra,

lo que amaban entonces

con ojos de estudiantes.


Cuando era la Patria

ellos fueron el último bocado de la Patria.

Marta Zamarrita (poeta)
Paraná – E. Ríos –