miércoles, 30 de marzo de 2011

MUJERES

Sé que nos une este silencio.
La pureza de caminar desnudos pedregales.
Estos grises días grises
que transitamos solas, que sabemos.
El humo en los rincones.
La opaca fruta de los paraísos
ilustrando ventanas.
Hemos crecido juntas.
Germinadas por lluvias,
por rocíos,
por el dolor de estar a la intemperie,
de sacar nuestro ángel del tacho de basura
de tejer la esperanza con la aguja de mierda de los días.
Rezándole al amor,
a nuestros muertos,
al hombre que mataron en Camiri,
al retrato de  ayer con nuestras trenzas.
A todo lo que es puro todavía
entre el chicle, los anticonceptivos
y la mugre en inglés que nos contagian.
Nos rebasan a gritos las mujeres que somos.
Con luna creciente.
Con broncas.
Con nostalgias.
Con unas ganas locas de hacer pueblos
de nuestra sangre ardida, enamorada ...
Y así, desvencijadas,
nos inventamos calles con yuyitos
para que duelan menos los zapatos
y se ablanden los ojos,
los gatos,
los zaguanes.
Nos calzamos la voz. El almanaque.

Hoy hace mucho tiempo que nos pesan fusiles
de estar y estar y estar en pie de guerra.

MARTA ZAMARRIPA
"Azul de frío" - pág. 137 -
Edic. Ríos al mar - 2006 -
PÁJAROS SOBRE EL SOMBRERO
DE VINCENT VAN GOGH

Ah, no me olvido,
no olvidaré jamás.

Pero miro estos campos
este fulgor sobre los trigos
este terrón de sorgo
esta sonrisa de agua que oculta el mar.

Aquí en la patria,
digo, esta provincia,
la eternidad
se mueve como el mundo.

Yo lo he visto a Van Gogh
sembrando en estos surcos.
He visto su sombrero campesino
entre los girasoles de Victoria
y su oreja ardida en el atardecer
convocando el vuelo de los pájaros.

Aquí lo he visto,
lo veo todavía.

Ah, no me olvido,
no olvidaré jamás
aquella tarde de Berlín
cuando me suicidé en el canto de un mirlo
sin saber que los caballos azules de Frank Marc
estaban para salvarme
de un naufragio en tus ojos
lejanos ya perdidos para siempre.

Ah, no me olvido,
no olvidaré jamás
aquel estanque,
intimidad azul de la belleza
agua dormida de Monet
donde me ahogué de inocencia y delirio.

Ah, no me olvido,
no olvidaré jamás
aquel portal, aquella aldaba,
aquel cielo de siglos de Toledo
precipitado por el Grecco.

Ah, no me olvido,
no olvidaré jamás.

Pero Van Gogh
no estaba en los museos.

Yo lo he visto flotar
sobre los girasoles de Victoria.
Liviano más que el aire.
Reconciliado con la dicha.
Definitivo de fulgores.

Lo he visto entre los sorgos.
Lo he visto entre los trigales.
Y el viento levitaba su sombrero
y cardenales amarillos de las islas
cantaban sobre su cabeza
y miles de pájaros
picoteaban los granos de oro de su corazón.

MARTA ZAMARRIPA
"Azul de frío" - Edic. Ríos al mar - (2006) -

lunes, 28 de marzo de 2011


ESTE MILAGRO DE QUERERTE

Este milagro de quererte - puro
como el señero corazón del día -
tiene el acento del amor seguro
y otro acento más puro todavía.

Tiene la hiedra viva sobre el muro;
tiene el misterio de su epifanía;
y tiene, para el tiempo del futuro,
la eternidad azul de la poesia.

De todo tiene este milagro mío:
patria del canto, música del beso,
cielo, bandera y pájaro del río.

Porque su acento que mi voz advierte,
ya es universal como el suceso
de esta cosa tan mía de quererte.

JOSÉ EDUARDO SERI
"La hiedra y el muro" (1949)

jueves, 10 de marzo de 2011


Maestro y Poeta

1

Estas muchachas del campo
- vestimenta y carnes limpias -
que despiertan a las albas
en un trinar de cachirlas,
me vieron pasar cantando
cuando los surcos abrían:
- cante la cigarra, cante,
mientras trabaja la hormiga -

Como quien da lo que tiene
salí a repartir mi vida;
mi vida es una canción
y una canción mi alegría:
- calandria madrugadora
siempre alegra la fatiga -

Estas muchachas del campo
me han visto las manos limpias,
la vestimenta cuidada
y el vagabundear sin prisa.
No me miraron la frente
ni comprendieron mis rimas:
- cante la cigarra, cante,
mientras trabaja la hormiga -

Como quien da lo que tiene
eché al aire mi cantiga.
Era en el mes de la escarcha
cuando las aves se atristan
y las campanas silencian,
severas, las elegías
de los niños que no juegan,
que no danzan, que no brincan.

2
Estas muchachas de campo
- vestimenta y carnes limpias -
que huelen a hierba fresca,
tienen color de gavillas
y son robustas y sanas,
me han visto volver un día
con la canción en los labios
y el vagabundear sin prisa:
- Cante la cigarra cante,
mientras trabaja la hormiga.

Los trigos estaban altos,
sazonadas las espigas,
y los labriegos contentos.
Parado sobre una horquilla
cantaba un zolzal su canto
y era su voz la voz mía:
- Zorzal que silba a la siesta
siempre alegra la fatiga.

Estas muchachas del campo
encuentran fácil mi risa,
despreocupado el andar
y, como otrora, no miran
mi frente y parece que
les molestara la rima:
- Cante la cigarra, cante,
mientras trabaja la hormiga.

Como quien da lo que tiene
eché a silbar mi alegría.
Era en el mes de las mieses,
del amor y de la risa,
cuando los pájaros visten
plumajes de pedrerías
y las campanas se aquietan
mientras los niños se animan
y con la fiesta del sol
ríen, juegan, danzan, brincan.

3
Estas muchachas del campo
cuando empezaron la trilla
y vieron que yo marchaba
cantando por las colinas
tiraban sobre mis pasos
las piedras de la injusticia:
- Cante la cigarra, cante,
mientras trabaja la hormiga.

Calandria madrugadora,
zorzal haragán que silba:
se puede vivir cantando
pero hay que darse a la vida.
Aprendan de los horneros
que mientras cantan y brincan
están alzando su casa
y están haciendo su dicha.

Como quien da lo que tiene
- ellas no saben mi vida -
yo me privé del sol bueno,
del aire puro y la rima
lanzada con toda fuerza
por las abiertas campiñas,
y me di en abecedarios,
en canciones y en caricias,
y fué mi siembra difícil
y mi cosecha tardía,
pero fué siempre cantando
que yo sembré por la vida!

GASPAR L. BENAVENTO
pág. 106 E. Ríos Cantada, de
Luis A. Ruiz (1955)
El hogar desolado

a Heloísa G. de Andrade

Las flores están triste, en la noche
no juegan con el ala de los céfiros
y a los primeros rayos de la aurora
se abren llorando sus marchitos pétalos.

El arpa del poeta ha enmudecido,
trocándose en sollozos sus acentos,
y de sus rotas cuerdas ya no surge
la épica estrofa que escuchaba el cielo!

El libro en un rincón está olvidado,
no acarician sus hojas los cabellos
de aquella blanca y luminosa frente
que iba a abismar en él sus pensamientos.

El piano no derrama en el espíritu
la dulce vibración de sus arpegios;
parece el ataúd de una armonía
muerta por la presión del sentimiento.

Todo es desolación: todo está mudo
en el hogar donde reinaba el genio;
flores, arpas y libros, todo dice
con fúnebre tristeza: Lelia ha muerto!

GERVASIO MENDEZ (1842-1897)
"El Album del Hogar"